BienVenidos

14- Cegada por el Odio

Había estado vagando sin rumbo fijo en busca de alguien con quien desahogar toda esta ira que me corroía como si de algún ácido corrosivo se tratara y que al mismo tiempo poseía el control de cada centímetro de mi cuerpo. Era como si otra persona hubiese tomado el mando de mí y yo, mientras tanto, era como si me encontrara agazapada en algún lugar oscuro de mi mente mirando todo pero sin poder actuar.

Y sin saberlo ni quererlo pronto me vi, otra vez, en frente de la fábrica de Arioch. Intenté darme la vuelta, pero fue en vano, ese ser que se había despertado dentro de mí y que en esos momentos me utilizaba como na marioneta quería entrar y no había nada que yo pudiera hacer para impedírselo. Por lo tanto, me vi como me acercaba poco a poco, con la calma del depredador, a la puerta que conducía adentro y lo abrí. No es de extrañar que lo abriera, puesto que mi intención era entrar, lo raro o extraño fue ver que la niebla que me envolvía se solidificaba creando así una especie de mano gigante con garras que, silenciosamente, lo sacó de su lugar y lo dejo reposando en la pared.

No perdí tiempo, entré en el edificio sin hacer el menor ruido, ni siquiera el de las pisadas. Era como si no estuviera tocando el suelo, no se oía nad… ¿pero qué demonios? Efectivamente, no se oían mis pisadas, ¡porque no estaba tocando el maldito suelo! Mis piernas se encontraban posadas encima de la niebla, quien me sostenía y me movía como si creyera que mis piernas no eran suficientemente silenciosas para lo que él tenía en mente.

Fue entonces cuando la ira que me había poseído, habló a través de mi boca utilizando mi propia voz pero teñido de furia y odio.

- Ven aquí, apestoso e inmundo demonio, tengo un par de cosas que decirte cara a cara.

- ¿Qué sucede aquí?- preguntó confundido cuando se materializó ante mí momentos después, cosa que en aquellos momentos no me percaté- ¿y qué diablos haces tú en mi fábrica? La cita era para mañana por la tarde no para la noche de este mismo día.

- ¡Tú…- lo señalé con el dedo índice mientras le gritaba a todo pulmón- tú eres el culpable de todo esto, es tú culpa que ella no esté aquí, tuya y solo tuya!

- No sé de qué me acusas, muchacha, pero te juro que hoy no me he movido de aquí desde que te fuiste esta mañana - me aseguró con el ceño fruncido por la confusión, no entendía la razón de toda esta parafernalia.- He estado más que ocupado telefoneando a todos mis contactos para conseguir algo de información en beneficio de la muchacha mimada, que serias t…

- ¡No me llamo muchacha, me llamo Diana! Estoy harta de que me llames niña, muchacha, estúpida o algún diminutivo insultante. ¡Tengo mi propio nombre, por el amor de dios, y será mejor lo empieces a utilizar!- tal era mi enfado por esos motes tan desagradables que la niebla que me envolvía los pies en lugar de mi sombra volvió a formarse y solidificarse hasta convertirse en una fuerte y grande mano que se movió a una velocidad de vértigo.En un abrir y cerrar ya lo tenía aprisionado contra la pared con su oscuro puño alrededor del cuello de la camisa de Iron Maiden que llevaba en aquellos momentos, alzándolo del suelo. Era impresionante la fuerza y velocidad que mostró, me quedé perpleja y no hice nada para impedirlo por la sorpresa del conocimiento de que ese poder pudiera ser parte de mí, de lo que ahora era.

En esa posición era difícil hablar y mucho menos respirar con normalidad, como pude ver en la cara enrojecida de Arioch. Intentó forcejear, de liberarse de ese agarre de hierro, pero no hubo resultados. Siempre que intentaba algo un tentáculo de niebla salía de su escondrijo y lo apresaba hasta que al final acabó con cada parte de su cuerpo envuelto en mí tiniebla. No podía mover ni siquiera el dedo meñique.

Lo miré a la cara y vi en sus ojos reflejados el asombro por el poder que poseía “la inútil muchacha”, según sus propias palabras, no imaginaba que fuera capaz de tal hazaña. La parte mezquina que había en mí se deleitaba en ello, pensando que le serviría de lección, aunque la pequeña luz que aún no había perecido ante la oscuridad de la ira quería dejarlo ir, no quería pelear. Volví a mirarlo y observé en él el conocimiento de que no tenía la fuerza suficiente en aquella situación para oponerse a mi furia a menos que quisiera ser aplastado o descuartizado por los tentáculos, según como les diese. Así pues fijando en mí su mirada murmuró.

- Si, lo entiendo, Diana.

- ¿Ves como no era tan difícil decir mi nombre?- la niebla lo abandonó por completo al mismo tiempo que la aflicción y el enfado crecían en mi- Tan fácil como hubiera sido para ti salvar a mí tía de las garras del fuego, pero no lo hiciste, ¿no? Dejaste que muriera a propósito, ¿qué puede importarle a un demonio la vida de una humana?- no pensaba que me respondería y no lo hizo, por lo tanto seguí.- Nada, no os importa ni un bledo, pero para mí era importante. Por tú culpa la única familia que me quedaba en el mundo ha muerto. Tú debías estar allí y no estabas para ayudarla. Tus manos están tan ensangrentadas con su sangre como el que provocó el incendio. ¡Te odio con todas mis fuerzas!

Sentía como la niebla se movía peligrosamente a ras del suelo hacia el demonio de la venganza y supe que no albergaba ninguna buena intención, pero él permaneció imperturbable, sin siquiera pestañear con la mirada clavada en mis ojos. No había ni atisbo del miedo que sería lo lógico sentir.

- Lo entiendo y siento tu pérdida.

- ¡No, no lo entiendes! ¡Nadie lo hace! ¡Y mucho menos un demonio! ¡Vosotros no tenéis sentimientos ni corazón, no podéis tenerlos, sois malvados y viles!

- Eso no es cierto del todo cierto, si me permites decírtelo, podemos sentir tanto o más que los humanos- me informó-. Además, recuerda que soy un demonio vengador, desde mi caída he visto como los humanos eran asesinados por los de su misma especie de las formas más imaginativas y crueles posibles y como me pedían venganza en nombre de la víctima y su corazón roto de dolor. No ha habido día en que yo no haya podido sentir junto con ellos lo que sentían por la pérdida por culpa mis poderes demoníacos. Así que sí, se de lo que me hablas, Diana, mejor de lo que me gustaría- dijo dando un paso hacia mí con las manos en alto para mostrarme que no albergaba malas intenciones hacia mi persona- Sé también que tú no me quieres hacer daño realmente, pues con mi muerte no conseguirás vengar a tu tía muerta, solo conseguirán que te maten más fácilmente los que fueron a por ella.

- Pero…- ahora la que estaba confusa era yo, lo que decía tenía cierto sentido para la parte racional que seguía habiendo en mí, aunque seguía siendo minoría.

- Nada de peros- me cortó-. El que lo hizo anda por allí regodeándose por lo que te ha hecho sufrir y viendo como matas a la única persona que es capaz de ayudarte a alcanzar tu preciada venganza. Pero en vez de levantarte de ese pozo en el que caíste, tú estás aquí, como una gatita apaleada lamiéndote tus heridas y atacando a la persona equivocada, en vez de salir allí fuera a hacer algo que realmente sirva para algo.

Era cierto, no había sabido ver a través de la ira y el odio quienes eran o no sus aliados. Había estado comportándose como una niña, una niñita asustada en busca de algún culpable, y él había tenido la desgracia de cruzarse en mi camino en ese desagradable momento.

Todo el enfado fue aplastado y apartado por el sentimiento de vergüenza, dolor y aflicción para ser revisado en otro momento más apropiado que aquel. Las cosas se veían mejor, más juiciosamente cuando la herida no era tan reciente. Y es que esta era una de esas heridas que dejan una cicatriz que ni con todo el tiempo del mundo podría borrarse, pues no era fácil olvidarse de toda una vida compartida con aquella mujer que había sido como una madre para mí en ausencia de mi verdadera madre.

Toda esa fuerza imparable que no tenía ni límite ni contrincante se fue apaciguando, se fue desvaneciendo poco a poco, hasta dejarme temblorosa, débil y sola, más sola que nunca. Entonces se me vino encima todo lo que la pérdida representaba para mi futuro. Mis piernas perdieron agarre y me hubiera caído si no hubiera sido por él, quien me cogió en volandas antes siquiera de llegar a tocar el suelo.

Lo miré a la cara con mi visión nublada por las lágrimas de pérdida que se derramaban de ellos, y me sentí segura entre sus fuertes y cálidos brazos. En aquellos momentos me pareció la persona más hermosa y bella que había visto jamás en mi corta existencia. Con esos ojos oscuros que me miraban con comprensión y compasión y no con crítica y desprecio, con ese pelo siempre despeinado que me recordaba las charlas matutinas con mi tía, y con esos labios…

Enterré mi cabeza en su duro pecho, sin importarme de si se lo manchaba, queriendo desterrar esos pensamientos, ese no era el momento idóneo ni era la persona adecuada, ¿no me acordaba con que hostilidad e indiferencia me había tratado hasta el momento? El agradecimiento se me había subido a la cabeza confundiendo mis sentimientos, eso era, además la muerte reciente de mi tía tampoco ayudaba mucho. Debía ser eso la causa de esos pensamientos, ¿no?

- Gracias – le dije entre sollozos- y siento todo este drama y lo de ya sabes- hice como si alguien me agarrara de la camiseta – yo…

- Olvídate, esto es parte de mi deber, eso es todo.

- Ya pero…

- No fue nada, me he visto en peores situaciones y he salido peor parado. Esto no ha sido más que un jueguecito para mí, de verdad- pero a mí no me lo había parecido un jueguecito de niños, casi lo había matado, había estado a punto de hacerlo. – Pero no me has matado, que es lo que cuenta al fin y al cabo ¿no?

- ¿Cómo has sabido que yo estaba pensando eso? ¿puedes leerme el pensamiento? – esa idea era aterradora, si eso era cierto entonces había podido oír también el modo en que había pensado sobre hace apenas unos momentos. Mierda.

Una sincera carcajada retumbó en su pecho llenando toda la sala.

- Más quisiera yo tener ese don, pero desgraciadamente no lo poseo. Únicamente me he limitado a leer tu lenguaje corporal y hacer un par de deducciones, los milenios de práctica.

Un suspiró de inmenso alivió salió de mis labios nada más oír esa afirmación, no había sabido que había estado reteniendo la respiración hasta el momento en el que lo solté todo en aquel suspiro. No sabéis el peso que me había quitado ese conocimiento, ya que hubiera sido difícil convivir con un guardaespaldas, o escudo o lo que fuera que fuera, que sabía cada uno de mis pensamientos. Y eso no tenía ni la menor gracia, aunque al parecer a él sí que le hacía mi alivio.

- ¿Qué? ¿Escondes algo que yo deba saber? ¿algo jugoso?- sabía que estaba intentado animarme el ánimo con sus bromitas, pero aún así…

- Bésame el culo- le respondí altivamente mientras me ponía en pie.

- Si la dama lo desea, todo porque no saque de paseo a su perrito- hizo una de sus reverencias burlonas.

- Vete a tomar por culo- y me di la vuelta en dirección a la habitación en la que me había despertado días antes sin siquiera pedirle permiso, necesitaba un lugar en el que dormir para aquella noche, y había sido él quien había intentado retenerme allí cuando nos conocimos por mi seguridad. Además, si había cambiado de parecer y ahora si se daba el caso de que le importaba eso se podía ir a freír espárragos por mí. No tenía la intención de dormir en la calle y, aunque esto no fuera un hotel de cinco estrellas, había un cómodo colchón y cálidas mantas. Los cuales eran lo único que necesitaba en aquellos momentos.

Atranqué la puerta una vez dentro, quería un poco de soledad e intimidad para estar sola con mi luto. Me senté en la cama y empecé a recordar cada imagen que tenía de ella, cada recuerdo, cada insignificante detalle y los almacené en un lugar seguro dentro de mi mente, donde ni el tiempo ni la lejanía podrían borrarlos jamás. Todo su amor, todo su cariño se quedarían conmigo aún después de haber muerto, de aquella forma, mi objetivo, el cual consistía en hacer justicia con su muerte, no se enturbiaría nuevamente por el odio y la rabia.

No sé en qué momento de aquel arduo trabajo se me empezaron a cansar los ojos, a empezar a pesar tanto que se me cerraron súbitamente y no pude volver a abrirlos nuevamente. Pronto me encontré en un mundo lleno de vivos colores donde ningún dolor podía alcanzarme, donde mi tía todavía seguía con vida a mi lado y nadie podría hacerme daño tanto físico como psicológicamente.

El sueño es un maravilloso regalo para todos los seres vivos, ¿no lo creéis? Pero como todo, alguna vez debe terminar para poder seguir adelante en la vida. Y algo me decía que sería mejor descansar mientras podía en el abrazo reparador del sueño, pues el día de mañana sería muy movidito. Una vocecita me advertía que esa cita traería consigo más cambios y líos en mi vida, que ya de por sí estaba servida de esos dos componentes.

Pero el mañana, mañana es y yo ahora tenía sueño. Así que disculpadme pero he de dormir si quiero rendir a día de mañana.

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