BienVenidos

3- Al Agua Pato

Las piernas me empezaban a doler, esto del castigo no lo estaba llevaba bien, ¿a quién se le ocurre castigar a unas alumnas a estar de pie toda la clase en su último día? Solo había una persona la señora Trunchbull o como todas lo llamábamos Cuatropelos, tenías que ver su calva, se parecía a un tío de la tele llamado burusoiltxo. Dios sabe cuánto la odiábamos todos, desde los más pequeñitos hasta los mayores, por sus injustos castigos como este o esa vez que le hizo sentar en el suelo a Ruth por sentarse mal en clase o esa en la que encerró “Martini” en clase por pillarla haciendo pira a sus clases. Era una auténtica demonio.
Pero por lo menos no estaba sola, Laura me estaba acompañando en este tormento, aunque suponía que me iba a tirar una buena al terminar la clase y no me equivocaba, me culpaba a mí del retraso.

Tras esta clase infernal nos tocaban dos horas de eterno aburrimiento con nuestros sosos profesores de economía de empresas e historia. Gracias a dios que Laida, gracias a sus alegres comentarios y su interminable parloteo, las clases se me pasaran volando. Es una de las cosas buenas que tiene, que te contagia con su felicidad, además de su físico, ¿quién no se fijaría en una chica rubia con ojos azules y cuerpo esbelto que además era capitana del equipo de futbol femenino, aun siendo un poco bajita? Teníamos suerte de que fuera de nuestro grupo.

- ¡Somos libres!- gritó Laida dando saltitos de alegría a nuestro alrededor cuando las clases se dieron por finalizadas.

Todas la miramos con una sonrisa de oreja a oreja en nuestras caras, nadie podía estar triste a su alrededor, era imposible. Puede que ese fuera su secreto para llevarse tan bien con todo el mundo, aparte de que siempre viese lo bueno de la gente, su sonrisa los cautivaba como nos pasaba a nosotras.

Y cuando hablo de “nosotras” me refiero a nuestro selecto grupo de chicas, las cuales componíamos todo tipo de chicas y un par de tíos a las que les gustaba la fiesta. Éramos las reinas del mambo, sin nosotros una celebración no era una celebración si no un muermazo. Pues imaginaos ahora a todas nosotras en una fiesta juntas, sería para aparecer en las noticias.

- Chicas tengo que ir a prepararme, ¿nos vemos en la playa a eso de las seis?- pregunté.

- Claro- dijeron todas a la vez mientras me alejaba en dirección a mi casa.



Repasemos el atuendo. Llevaba un vestido sencillo con fondo escondido. El fondo estaba agarrado en una correa de color negro, lycra satinada. Un arco decorativo se adjuntaba en el lado izquierdo. El inicio del vestido era ajustado, las correas, adornado con dobladillo lacado. También llevaba mis pantalones ajuntados de lycra negro y en los pies mis romanas negras. Aunque lo que a los tíos les interesaría era mi bikini negro, un modelito de tirantes de espaguetti y muy bajo de pierna, al estilo Esther Williams en la película ‘Escuela de sirenas’, con estampados blancos grecas, que pensaba utilizar si se me ocurría darme un chapuzón o simplemente lucir.

Al pelo le di un poco más de volumen antes de salir de casa en dirección a la playa, la cual lo tenía a quince minutos a pata.

Y allí me encontraba ahora ante la gran obra maestra de Ruth y “Martini” a las seis. ¡Hasta habían montado un pequeño escenario en la que tocaría su grupo, Las Topless!

No pude más que maravillarme por lo bien que se lo habían montado en horario de clase. Al final terminaría siendo cierto lo que siempre decía Martini sobre que hacer piras puede llegar a ser productivo, y viendo esto… Había de todo: mesas llenos de comida, altavoces colocados en lugares estratégicos para mejor audición, sitios íntimos en el que pasar el raro, todo tipo de combinados de alcohol… La diversión estaba asegurada.

¿Pero y mis amigas? ¿Dónde estaban?

Miré en dirección al mini bar sabiendo que encontraría a “Martini” allí, y como supuse allí la encontré sirviéndole a un chico uno de sus mágicos cócteles. Oh, espera, ¡pero si estaban haciendo un concurso de quien bebía más! Pobre chico, no sabía que se enfrentaba a la mejor bebedora de toda la ciudad, lo iba a dejar en ridículo.

Cerca de allí vi a un grupo de chicos alrededor de Jane idolatrándola y otro más entorno a Laida, la cual hablaba por los codos sobre algún tema gracioso pues se reían a carcajadas.

Oí una sarta de insultos. Y es de dominio público que allí donde había gritos siempre encontrarías a Maggie (Magadalana) chinchando a Laura por algún asunto picante y ella pegándole e insultándole como una camionera. Que típico, siempre estaban como el perro y el gato. Un día de estos se harían daño y ya verían.

Aparté la mirada de esas dos y me encontré a una Ruth que se sentaba en su nuevo BMW-f.650-gs negro, que tanto sudor y lágrimas le había costado, preparando su guitarra para el gran concierto.

Y finalmente aquí venía Iraultza hacia mí con su novio Johnny.

- Hey Backy- me dio un gran abrazo- ¡Felicidades! Aquí tienes nuestro regalo- dijo mientras Johnny me lanzaba sonriente el nuevo CD de Avalanch.

- Ya sabíais que no quer…

- Shh, calla- me replicó.

No fue la única que vino con su regalito hacia mí, pero la que más gracia me dio fue la de Ruth.

- Tú, Blacky, mira lo que he conseguido sacarle a mi primo Jimmy para ti- movió la marihuana ante mi-. Son veinte euros de marichu del bueno, pero para conseguir tu regalillos antes…- dijo entre risillas mientras miraba a alguien que tenía detrás- ¡Al Agua!- gritó mientras un par de manos me agarraban y me llevaban al agua.

Todos empezaron a corear esas mismas palabras. Intenté forcejean, pero ¿Qué podía hacer contra Iraultza, la cual practicaba el kid-boxing, Johnny, quien jugaba al rugby, y Bingen, futbolista nato? Sabía admitir cuando una batalla estaba perdida. Pronto me vi volando hacia el mar y sentí el roce húmedo del agua salada en todo mi cuerpo cuando me zambullí sin otra opción. Mierda, ni siquiera me habían dado tiempo para desprenderme de la ropa, y ¿ahora qué?

- Qué buena, tía- dijo entre risas desde la orilla Ruth-. Eso se merece veinticinco euros.

- Gracias- una sonrisa maliciosa apareció en mis labios mientras me acercaba a ella muy despacio para que no sospechara de nada y antes de que se diera cuenta le había cogido de la mano y la conmigo al agua. Ojo por ojo.

Tuvimos una peleíta en el agua, de la que salimos caladas de cabeza a los pies. Por ello, nos vimos obligadas a desprendernos de toda nuestra ropa y dejarlos encima de una roca para secar, quedándonos únicamente con nuestros respectivos bikinis, daba gracias a mi sentido común por haberme instado traerlo puesto encima, para deleite de los chicos. Los chicos pueden llegar a ser un poco babosos cuando ven a chicas mojadas en bikini, de allí mi teoría de que todos ellos piensan con la entrepierna, con unas pocas excepciones.

Pero quitando a esos pesados que tenía que desprenderme la fiesta iba sobre ruedas. Nuestro pequeño espectáculo no era el único centro de atención. Vi que “Martini” seguía con su competición contra el chico, debía admitir que tenía mérito que para este entonces no se hubiera caído redondo teniendo en cuanta todo lo que estaban bebiendo. A su lado podías ver todas las botellas de alcohol amontonadas ya vacías de todo su contenido. Yo estaría vomitando en alguna esquina en su lugar, con solo pensarlo…

El concurso había llegado a su fin, uno de ellos había terminado arqueándose para vomitar hasta su primera papilla. Para asombro de todos los presentes, incluyendo a mi persona, no fue nuestra reina en beber con desenfreno la que ganó esa vez, si no que su contrincante. La ayudé en su empresa de tirar todo fuera apartándole el pelo de la cara, y por ello pude ver un brillo de asombro y admiración en los ojos de mi amiga. No había muchos que podrían ganarla de aquella manera y eso la impresiono.

Todos nos reímos a carcajadas, bromeamos con el chico sobre su triunfo y chinchamos un poquito a “Martini” por su inesperado fracaso, quien los encajó bien.

Así nos encontrábamos cuando vi aquella figura entrando en la playa, una figura que no reconocí, pero sí que me hizo aflorar el sueño de aquella noche.


Había caído por fin el día, y con él vino él. Sentí una inmensa alegría cuando sus fuertes brazos me rodearon, una alegría jamás saboreada se adentró en mí con sus dulces besos. Me tenía hechizado, me sentía como si estuviera en el hogar, como si él fuera mi hogar. No quería estar en ningún lado donde él no estuviese.


Puede que fuese por eso por lo que accedí a hacer esto…


Volví en mí al instante que lo perdí de vista y mi mente se llenó de preguntas: ¿Qué significaba el sueño? ¿A hacer qué se refería? Y lo más importante, ¿por qué me acordaba de ello al verlo?

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